Mi anhelo de libertad y naturaleza me empujaron a dejar Buenos Aires a mis 23 años.

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Trabajé unos años en el rubro hotelero. Mientras, mantuve mi pasión

y mi ser como diseñadora gráfica dormidos.

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En ocasiones, mis empleadores me pedían algún trabajo de diseño,

y aunque lo hacía con mi mayor amor, ellos lo valoraban mucho más que yo.

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Era como un fuego interno que no dejaba salir. No le daba el aire que necesitaba. 
Me enfocaba en sueldos fijos para subsitir.

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Pero, y cada vez más seguido, esa sensación de independencia se hacía presente.

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Vos, como emprendedora, lo entendés.

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El miedo a no poder vivir de esto, la competencia, y no sé cuántas otras creencias limitantes más,

me paralizaban.

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Hasta que esa semilla creció y rompió el cascarón de mi cabeza.

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¡Ya no había vuelta atrás! Y entre la pandemia y la gran comunidad de emprendedoras que conocí

en las redes, esa idea de marca comenzó a ser real.

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Sus tallos brotaron y la libertad la alimentó.

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Y, en abril de 2020 acá en Villa General Belgrano, mi marca personal vió la luz. 

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Es como si ese interior hubiera buscado todo el tiempo salir de alguna manera. 

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Reflejarse en el plano real.

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Así, entendí la verdadera importancia de reflejar el alma de una marca.

De sacar a la luz eso profundo que pugna por salir.

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Y ese es mi propósito con la tuya.

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Ayudarte y acompañarte para que tu emprendimiento traduzca su sentir profundo en una imagen.

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Que refleje su alma.

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Qué decís, ¿Lo hacemos?